viernes, 11 de septiembre de 2009

EL HOMBRE

El hombre cuando se halla perturbado, enajenado simplemente hace lo que está y lleva en sí, se revela, ésta es su naturaleza, luego se reconstruye, es superior. Pero “el hombre” hace que los hombres pierdan ésta, se la arrebatan y junto con este hecho nace nuevamente un sueño y la naturaleza hace suya al hombre. La naturaleza que es la del hombre, hace de éste su finalidad, es contra la cual se hacen pedazos o quién y junto a ella se edifican.

¿Cómo determinar y concluir qué es digno y que carente de ésta?

Cuando el hombre ingresa por medio de sus abstracciones al campo de los arquetipos no existe ninguna falsación de la realidad, ya que dentro de estos parámetros no existe lo decadente, lo pobre sino lo superior, lo supremo. En éste estado de excitación es amo de la abstracción y del “conocimiento verdadero”, ésta teniendo en cuenta la actitud de una infinita apertura de lo posible, bajo la conducción rigurosa de algo que no conoce, puede decir con veracidad “nada es verdadero”. Se rechaza así la eternización porque ese pensamiento “abstracto” sub especie aeterni deja fuera al hombre concreto y temporal.
El hombre en tanto circulo finito más pequeño en la medida que por medio del trabajo se relaciona con la naturaleza y a la vez con los hombres construye su visión del campo fenoménico y nouménico, campo último éste en el cual se halla “la dignidad”, ésta que por su relación mutua con la esencia se nutre, cambia, haciendo que la dignidad sea histórica. Por lo tanto, el proceso en el cual el hombre produce sus medios de vida, es al mismo tiempo el proceso que moldea su dignidad, su propia naturaleza.